sábado, 7 de enero de 2012

Perfumarse también es un arte

Al margen de las connotaciones del perfume en su larga historia religiosa y profana, terrenal y divina, hay un aspecto que hemos ido olvidando: su protocolo de empleo. Existe un catálogo de buenas maneras del perfume. Para empezar, el ambiente cargado de la perfumería, donde se vaporizan cientos de fragancias al día, no es el mas idóneo para elegir bien. El olfato se satura y las posibilidades de equivocarse se multiplican. Un margen que se reduce si se vaporiza un poco en el aire para que la fragancia se despliegue,o se hace por la mañana, ya que el ambiente está mas limpio y el olfato mas despierto. Probar un perfume en las muñecas y frotarlas entre sí es un error porque la estructura de la fragancia se rompe.



Una vez elegida, ¿donde es mejor aplicarla? Las esencias perduran más en los puntos con mas latido:muñecas, cuellos, parte anterior de los codos y posterior de las rodillas. Aunque lo que indica este catalogo lo mejor es perfumarse de forma sutil, "sobre la piel, nunca en la ropa". Conviene desterrar el tópico de perfumarse tras las orejas, porque la grasa desvirtúa el olor.
Un consejo: vaporizar el perfume en el cepillo antes de peinarse es una opción porque el cabello es mas poroso que la piel y conservará la fragancia durante mas tiempo; lo mismo que si se rocían las costuras de los vestidos. Y aquí llegamos ya a un punto delicado: nunca jamás hay que caer en el exceso e invadir el espacio de los demás. La regla dice que un perfume nunca debe percibirse antes de llegar ni después de marcharse. 
Una advertencia sobre la temperatura y el perfume: el calor expande los aromas y el frío los hace menos volátiles, de manera que duran mas sobre la piel. Y por último conviene saber que una misma fragancia puede oler de forma distinta en situaciones emocionales diferentes.

Libro que os recomiendo: "El perfume: historia de un asesino" de  Patrick Süskind